Remolacha fresca; manojo 400 g aprox.
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Remolacha fresca; manojo 400 g aprox.
La remolacha es de origen africana y pertenece a la familia botánica "Beta marítima", conocida comúnmente como acelga marina.
Datada desde el s.II a. C, esta planta dio origen a dos hortalizas diferentes: la acelga y la remolacha. En sus inicios sólo se consumían las hojas y la raíz era utilizada para ungüentos medicinales que trataban el dolor de muelas y de cabeza.
Se conoce que los romanos consumían sus hojas, pero no fue hasta el s.XV cuando se introdujo en España y hasta un siglo más tarde no comenzó a consumirse su rica raíz.
En el s.XVIII, Andreas Marggraf, químico alemán, fue el primero en obtener el azúcar aislada en forma sólida a partir del jugo de la remolacha blanca y en el s.XIX se empezó a comercializar lo que hoy día conocemos como azúcar de mesa.
En la actualidad, el consumo de remolacha está bastante arraigado en Europa, sobre todo en países como Italia y Francia, siendo los principales productores.
De los distintos tipos de remolacha, existen dos variedades principales: la remolacha forrajera (utilizada en la alimentación animal) y la remolacha roja (consumida como hortaliza).
La remolacha roja (en la que sus tonalidades pueden variar de los rosados a violáceos y de naranjas a rojizos) presenta variedades alargadas o esféricas y podemos encontrarlas en el mercado a lo largo de todo el año, destacando su producción en el norte en invierno y en el sur en verano.
Tienen un peso entre 80-200 gramos y un diámetro de entre 5 y 10 centímetros.
Su pulpa suele ser de color rojo oscuro y su sabor es dulce, ya que contiene gran cantidades de azúcares que sirven a la planta de reserva energética.
¿Cómo elegirlas y conservarlas?
Elegiremos aquellas que no presenten magulladuras o cortes y con una raíz carnosa firme al tacto. Si queremos consumir las hojas, debemos escoger aquellas que estén verdes y tiernas y rechazaremos aquellas que tengan hojas alargadas y la piel escamosa, ya que presentarán una estructura más fibrosa y un sabor fuerte.
En cuanto a la conservación, debemos mantenerlas en el frigorífico aisladas del aire si queremos conservarlas durante varias semanas. Lo mismo haremos en el caso de querer consumir sus hojas, conservándolas sin lavar y por separado de la raíz (aunque su tiempo de conservación es menor).
No se recomienda su congelación ya que pueden reblandecerse.
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