La espinaca pertenece a la familia de las Quenopoliáceas. Se trata de un vegetal con hojas largas y amplias, de unos 20 centímetros, que pueden ser lisas o rizadas, superpuestas unas a otras formando un ramo. Presentan un color verde oscuro e intenso. Tienen un sabor ligeramente ácido y se consume tanto en cruda (en batidos verdes o ensaladas) como cocinada (sobre todo en guisos).

A la hora de comprarlas vamos a elegir aquellos ejemplares que tengan unas hojas verde intenso y brillante, que se mantengan firmes y de apariencia fresca. Por tanto evitaremos aquellas que tengan las hojas con manchas rojas o amarillas (ya que podría indicar una contaminación por hongos) o decoloraciones y se vean flácidas y sin brillo.

En casa pueden conservarse en el frigorífico un par de semanas, introduciéndolas en un recipiente o bolsa perforada para aislarla del resto de alimentos. Evitaremos lavarlas a menos que vayamos a consumirlas al momento ya que la humedad del agua hará que se estropeen y se pongan las hojas flácidas con mayor facilidad.

También podemos congelarlas, para ello solo hará falta escaldarlas un par de minutos antes de meterlas en el congelador.