Pertenece a la familia de las Musáceas y es considerada una planta cuando en realidad de trata de una especie de árbol que puede crecer unos 7 metros de altura con hojas que alcanzan hasta 3 metros de largo.

El fruto, muy parecido al plátano (ya que pertenecen a la misma familia) presenta ciertas características que nos pueden ayudar a distinguirlo de su hermano. Las bananas son más grandes que los plátanos, tanto en longitud como en diámetro, y la forma no es tan curva. Presentan una piel de color amarillo y lisa, mientras que el plátano tiene motitas o pigmentaciones de color marrón. Además, al tener mayor contenido en almidones y mayor cantidad de agua, la banana es menos jugosa y menos dulce que el plátano y presenta un olor más sutil.

Por lo tanto en el mercado vamos a escoger aquellos ejemplares que tenga la piel lisa y firme al tacto, que tengan una coloración amarillenta pero no excesiva y esto dependerá del tiempo que vayamos a tenerlas en casa. Cuanto más amarilla - marrón se encuentre, mayor cantidad de azúcares y dulzor presentará, ya que al ser una fruta climatérica, va a ir desprendiendo sus almidones en forma de azúcares conforme vaya madurando.

En casa, podemos conservarlos en el frigorífico si queremos retrasar su envejecimiento, o dejarlos fuera si por el contrario queremos que maduren más rápido, todo ello a gusto del consumidor.

También podemos congelarlas en su etapa de mayor madurez para hacer helados caseros saludables. Además de ser una base que aporta unos resultados muy cremosos, evitaremos el desperdicio de alimentos si alguna de las bananas está demasiado madura para consumirla en su versión original. Para ello basta con pelar la banana y cortarla en rodajas e introducirla en un táper en el congelador. Cuando queramos preparar nuestro helado sólo tendremos que sacarla un par de minutos antes y triturarla con los sabores que más nos gusten.