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ECO - Ajo

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    Se origina en Asia Central y los vestigios se remontan a los egipcios, griegos y romanos, que utilizaban el ajo como fuente medicinal. Hay datos de los primeros juegos olímpicos, donde los griegos consumían ajo para aumentar su rendimiento deportivo. Posteriormente se expandió por la cuenca mediterránea y por último en el continente americano.

    En el siglo XVII por las sociedades mas humildes, ya que la clase alta lo rechazaba por su mal olor.

    Actualmente es un alimento básico en las cocinas de todo el mundo, utilizado principalmente como condimento, siendo Asia el continente con mayor producción mundial.

    El ajo (Allium sativum) es un bulbo que pertenece a la familia de las liliáceas, donde se encuentran también las cebollas y los puerros.

    Este bulbo (llamado cabeza de ajo) puede llegar a pesar hasta 200 gramos y está formado por "dientes" y su número varía, dependiendo del tamaño, entre 2 y 10. Sus hojas alcanzan los 40 cm de altura y presentan flores en tonalidades blancas, rosas o violáceas.

    Estos dientes forman su parte comestible y están protegidos por una fina piel seca de color blanco o rosada-morada, tonalidades que muestran sus distintas variedades.

    Su aroma y su sabor son intensos, debido a que en su composición existen sustancias como los compuestos azufrados, con numerosas propiedades.

    Al tacto debe ser firme y no presentar magulladuras ni cortes, así como tampoco brotes en el bulbo ni manchas negras y cuanto más tierno y blanquecino sea, más suave será el sabor. La mejor forma de aprovechar todas sus propiedades es consumirlos en crudo.

    ¿Como lo conservamos?

    Lo mejor es buscar un lugar seco y oscuro, con poca humedad pero algo de aire para evitar que se sequen. Evitaremos meterlos en el frigorífico, ya que esto hará que el ajo se reblandezca y se pudra con mayor facilidad.

    Otra forma de conservación son los ajos en conserva. En este caso introducimos los ajos pelados en un recipiente con tapa y cubierto con aceite. Aunque el ajo no se encuentre en su forma natural, podremos conservarlo por un tiempo más prolongado.

    Los ajos pueden congelarse, para ello debemos pelarlos, taparlos con papel de cocina e introducirlos en un táper y al congelador. Se recomienda no sobrepasar los dos meses ya que pueden perder su aroma y propiedades.

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