Pertenece a la familia de las Areáceas y es el fruto de la palmera datilera o palmera real.

A pesar de su apariencia, no se trata de una fruta desecada, aunque sí que comparte muchos valores nutricionales con este tipo de alimentos. El fruto llega a su punto de maduración en el árbol y de ahí es recolectado directamente para su consumo. Su mejor época la encontramos de los meses de octubre a enero.

Mide entre 4 y 8 centímetros de largo y tiene forma ovalada casi rectangular. Si piel es fina, algo arrugada y de tonalidades ámbar oscuro cuando está maduro. Su interior es carnoso, blando y algo pegajoso y presenta un sabor de un dulzor inigualable, lo que lo hace muy interesante a la hora de elaborar recetas en sustitución del azúcar de mesa o simplemente al natural, como merienda, sobre todo para los más pequeños de la casa.

En el mercado, elegiremos aquellos ejemplares que tengan una apariencia uniforme y no presenten muchas arrugas, que se vean jugosos y blandos al tacto.

Una vez en casa debemos evitar que les de el aire ya que se secarían demasiado, por lo que los guardaremos en un recipiente hermético y en un lugar oscuro, protegido de la luz y los insectos (ya que son de un atractivo especial para ellos), o bien en el frigorífico si queremos retrasar la liberación de azúcares y mantener mayor tiempo su conservación. De esa forma podremos mantenerlos durante semanas y meses. Otra forma de conservación sería la congelación. Los dátiles son un alimento que aguanta bien este proceso y lo único que tendríamos que hacer es acordarnos de descongelarlos antes o sacarlos del frigorífico con tiempo para consumirlos bien jugosos.