Pertenece a la familia de las Quenopodiáceas, donde se encuentran también otras verduras como las espinacas o la remolacha, incluso es posible que pertenezca en origen a la misma planta de ésta última.

Tienen hojas grandes y carnosas con nervios bien marcados, de color verde intenso que puede variar entre verdes oscuros o claros, según el tipo de acelga. Se suele recolectar y vender en ramos de unos 700 gramos hasta 1 kilo y las hojas tienen unos 25 cm de largo y 15 o 20 de ancho. En boca tienen un sabor similar al de las espinacas pero más carnosas. Cocinadas quedan suaves y de sabores sutiles que combinan muy bien con otros alimentos como las legumbres.

A la hora de comprarlas vamos a elegir aquellos ejemplares que presenten unas hojas de color verde intenso y con brillo, que estén intactas y aparentemente frescas, evitando así las hojas mustias con colores verdes apagados o puntas amarillentas con tallos fibrosos, ya que no estarán frescas y presentarán un sabor amargo.

Una vez en casa, procuraremos consumirla pronto, en unos 2-3 días, aunque si la metemos en el frigorífico en la zona adaptada para ellas se podrán conservar un poco más.

También podemos congelarlas, pero para ello tendremos que escaldarlas previamente y luego introducirlas en un recipiente y al congelador.